miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mann der Seife

Sorprendió mucho a propios y a extraños que, cercana a los cuarenta y largos, la señora Listz anunciara con toda la pompa y la relevancia necesaria e imprescindible su casamiento. Primero, porque Emma Listz no fue bonita ni mientras aprendía a caminar y, segundo, y no menos importante, porque el esposo era un hombre de jabón.

Aunque aquello la convirtiera durante meses en el centro de toda la comidilla local, Listz siempre llevó la cabeza muy alta y no tenía ningún reparo en elogiar las cualidades de su nuevo marido, para ella inherentemente superiores a las taras de muchos otros hombres. Por ejemplo, cuando, una vez durante un té a media mañana, le comentaron lo inexpresivo de su hombre, respondió que no tenía que preocuparse para nada del siempre desagradable asunto de la higiene masculina, o de la falta de ella. No quedó otra opción a sus amigas que aceptar lo obvio. Algunas, por lo bajo, la envidiaron.

Y aunque no tardaran en tildarla, con malicia sin duda, de pobre loca solterona, la señora Listz vivió feliz mientras pudo con su obediente y seco marido de jabón, aunque entre dientes siempre protestaba de su escasa iniciativa y de lo complicado de las noches, en los que el tacto (aunque Listz presumiera siempre de las suaves caricias de su hombre) se terminaba volviendo demasiado pegajoso, cuando ella simplemente lo habría deseado cercano. Resolvió que ambos debían dormir en camas diferentes. A fin de cuentas, cuadraba bien con la mentalidad de la época; al menos esto fue aplaudido por los moralistas provincianos y los párrocos, pero al parecer fue la causa principal del divorcio y de la ruptura total varios años después. Aún a su edad, la señora Listz necesitaba todavía algo de los hombres, algo que su estoica pareja no podía otorgarle de ninguna forma convencional, aunque sí de otras tantas bastantes higiénicas.

Los que siguen visitando a Emma Listz comentan que ya no queda ni rastro de aquel hombre de jabón y de que ella prefiere no hablar de él, pero que permanentemente reina y gobierna un olor magnífico por toda la casa.

15 comentarios:

  1. En nombre de los tres os dejo un agradecimiento por los comentarios para las entradas anteriores.

    Luego de mucho meditarlo, en la última reunión que tuvimos en Joensuu, a orillas del lago Päijänne (en Finlandia, como todos ya sabrán), hemos llegado a la conclusión de que debíamos confesar -por única vez- la autoría de este texto. Bien, Mann es de... perdón... se me... acalam... bró el... d... de... dedo y...

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  2. Está bien, de alguna manera siempre lo va a llevar con ella; y el olfato es el sentido más íntimamente relacionado con la memoria,

    Así que la decisión de Emma, un poco egoísta quizás, fue un oportuno (necesariamente cruel) combate al olvido.

    Aunque un divorcio, si bien es una solución con poca mística, es la más piadosa de las posibilidades.

    Un fuerte abrazo a los tres. Me encantó el final de este cuento.

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  3. Se te acalambró el dedo...
    Me encantó la historia del hombre de jabón, una buena solución para Emma, para evitar algunos disgustos que causan los hombres aunque finalmente ocurriera el divorcio. ¿¿¿Qué es eso de "Aún a su edad, la señora Listz necesitaba todavía algo de los hombres"??? Cuarenta y largos... Bueno, no está claro qué es lo que necesitaba y a partir del hombre de jabón, da para ejercitar la imaginación. Muy lindo, muy perfumado, muy suave aunque insuficiente.
    Besos a los 3333333333

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  4. Ah, y éste por el post anterior: Humberto tenía una lectora Maruja! Auxilio!!!!

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  5. Yo llamaría a la policía, pero no creo que saquen nada limpio.

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  6. mi mama se hubiese caido de espaldas si hubiese leido "aun a su edad", por lo demas a mi me parecia que su relacion era higienica y por lo tanto bastante sana, sera que las mujeres no nos conformamos con nada?

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  7. Fue una relación muy higienica mientrás duró.

    Besitos

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  8. Un cuentito muy esmerado
    y bien redactado,
    me encantó,
    literatura en grande,
    saludos

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  9. Un hombre carente de sentimientos, frio, liso, pero eso si muy limpio, jajajaja saludos

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  10. Está claro que no lo ha escrito ninguna mujer, je.

    Biquiños a los tres!!

    P.D.: Humberto, creo que deberías ir al médico (sí, mejor eso que doctora...) a que te mirase ese dedo.Un calambre de ese calibre sí podría explicar lo de los cuarenta largos del inicio del texto... en un hombre (ja!)

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  11. Hola de visita por tu blog, Me gusta lo que escribes, un relato muy bueno. Saludos

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  12. Qué cuento más sorprendente. Me encantan estos despliegues de ingenio y de imaginación

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  13. Bueno, puesto que a Humberto le dio un calambre en el dedo y está en plena recuperación, os diré que este texto lo escribí yo. Por una vez, y sin que sirva de precedente, desvelamos el secreto de sumario.

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  14. Mi experiencia con el sexo masculino a esta altura de mi vida me hace pensar si la solución no será la de esta señora...y sí... probaría con un hombre de jabón... Eso sí espero que no sea de origen orgánico, prefiero los de glicerina. Abrazos a los tres y un beso a Humberto.

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