viernes, 9 de diciembre de 2011

Reciprocidad


- A ver. Me lo explicas otra vez, compadre, porque no me entiendo. Hay un niño ahí abajo.
- Sí, señor Alcalde. Tendrá diez o doce años el mozo.
- Y no quiere salir.
Remigio, como ya caían las y pico del mediodía y preveía que la cosa podía ir para largo, se refrescó la calva con la jarra de agua antes de seguir dando parte al caudillo.
- Mire; esta mañana temprano el Abelardo el Calabazas, camino del huerto de él, escuchó como algo así vivo en el pozo seco este. Se asomó y vio al zagal.
- ¿Y quién es, Remigio?
- Pues mire que le diga a usía, no lo sé. El Abelardo le preguntaba pero no le respondía a eso. Hizo venir a su mujer, la Clotilde la Manca, que como sabe usía se conoce a todo el pueblo hasta por las uñas de los pies…
- Al grano, Remigio. Cagondiez.
Remigio, servil y temeroso de Dios, del Rey y del Alcalde, apretó su gorra con ambas manos y la retorció como si fuera el cuello de un pavo en Nochebuena.
- Que por la voz no lo conocía, sire. Que no era del pueblo, vaya.
- Vale. Y luego qué.
- Pues el Abelardo llamó a Manolo el Alambres, que tiene buenas cuerdas de cuando ata a las reses. El que vive en…
- Remigio.
- Que vino y le echaron una cuerda al mozo. Y se quedaron ahí esperando un rato, y le dijeron que si no querría una ayudica para subir. Una manita.
- ¿Y?
- Que dijo que no, que no quería subir. Le replicó la Clotilde “pero va, buen mozo, que te vamos a salvar”.
Volvió Remigio a hidratarse las consecuencias de la alopecia. El Alcalde se asomó al pozo seco y negro.
- Esto parece la boca de mi perro, Remigio. Del dogo. No se ve nada.
- No, vuecencia. Esto es ceguera por zonas, oiga. No hay fondo. Por eso no quería bajar el Abelardo.
- Total. Que no quiere subir. ¿Y por qué, qué le pasa?
Remigio echó un poco de agua en la gorra y se la llevó a la cabeza. Echó otro vistazo al interior del pozo y se encogió de hombros, tentado de escupir dentro, que cuando era chaval recordaba medir bien los balates y los barrancos sin mirarlos, escuchando solo la saliva contra la piedra.
- Pues dice que en todo caso tendríamos que bajar… que él tiene que salvarnos a nosotros.