viernes, 30 de septiembre de 2011
Pesadillas (II)
lunes, 26 de septiembre de 2011
Pesadillas (I)
Lamia Paz comía pesadillas ajenas. Solo pesadillas, porque, según ella, le gustaba mucho lo amargo.
Ni siquiera le echaba azúcar al café. Y según comentaba se dejaba caer con bastante frecuencia por funerales en los que no conocía a nadie.
En sus ratos libres veía por televisión debates parlamentarios.
A veces me despertaba en mitad de la noche y la veía observándome fijamente, casi sin pestañear, con sus enormes y apagados ojos verdes. Ella no dormía nunca cuando compartíamos cama. Supongo que, si lo hacía, era sola, recluida, y durante el día, cuando apenas la veía o, más bien, apenas se dejaba ver.
Pero durante la noche era como un foco sobre mí. Yo siempre tuve el sueño intranquilo y agitado, por lo que dormía mucho mejor cuando Lamia estaba a mi lado, pero también me despertaba notándome más vacío, como si me faltara algo que me hubieran arrancado lenta y laboriosamente durante horas.
Al principio pensaba que estaba demasiado limpio, con la cabeza muy pura y las ideas más frescas y ligeras, pero después la sensación terminó resultándome algo más que desagradable.
Incluso los malos sueños tenían un importante valor, que ella estaba devorando por instinto, necesidad o placer. Nunca llegué a saberlo bien.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Consuelo
lunes, 12 de septiembre de 2011
Ave Fénix
martes, 6 de septiembre de 2011
Lejía
No gotea y apenas deja mancha. Con esta particular enseñanza los oráculos de la higiene nos prometen una vida mejor. Ventajas del producto revolucionario. Visión de mercado. Veda abierta al conformismo. Un subconjunto de mercado se abre paso con las nuevas pautas de una sociedad sin olfato. Nadie, jamás, va a oler el producto que se utiliza para limpiar sus restos.
Ssssnif. Es genial.
Huele a victoria. Victoria sobre las manchas. En el futuro ya lo saben y nos lo traen. Nos traen LEJÍA. Porque la necesitamos. Filantropía intertemporal.
La publicidad. Esa puerta al espacio-tiempo más salvaje. Los cowboys de la sugestión acechan. Usen mi producto. Pero úsenlo. Revuélquense en lejía de tiempos futuros y seguramente mejores, a menos que a Irán le dé por armar la Bomba. Tal vez podamos oxidarla. Con lejía.
Porvenir desalentador. Pero siempre podemos lavarlo. No gotea y apenas deja mancha.
Esa chica que viene del futuro nos trae la solución. El cáncer puede esperar.
Limpien.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Mostaza
Le convenció mi idea. Tras inmovilizarlo en su sillón, aislé a base de silicona todas las ventanas, hasta que convertí aquella sala en una auténtica cámara de gas del Tercer Reich. Cerré las persianas y le dejé a oscuras. Me dio las gracias. Pere no contaba con el factor sorpresa, y además yo no sabía dónde conseguir el famoso gas mostaza, así que vertí sobre él y el resto del mobiliario una lata de gasolina y lancé una cerilla. Se hizo la luz.