- Atención, un segundo. Un
segundo. Va a hablar el Rey de los Judíos.
Le llamaban así nadie sabía muy
bien ni tampoco preguntaba por qué. Igual era porque en mitad de la penumbra de
los días y la ceguera de las noches, la radiación y las tormentas eléctricas
nadie se distinguía muy bien de nadie y, cuando le encontraron, pasando como
pasaban por cualquier televisor que aún funcionara algún maratón de cine devoto
por ser primavera ibérica, les pareció el ídem redivivo y decidieron quedárselo
tal cual.
- Venid, venid. Que va a
hablar.
Al pregón escueto se sumó desde
los cascados y polvorientos altavoces que se tenían en pie la alarma de
bombardeo inminente, y aquello también sirvió, como solía servir, a los
parroquianos para ir a la oración y al culto. De entre los cascotes y los
rotos, de entre los balcones hundidos y las ventanas clavadas al suelo salió la
turba a veces arrastrándose y a veces gateando porque la verdad es que los
pulmones ya estaban tan rotos como las fachadas. Alguno hacía gárgaras como si se
tratara de una ametralladora más, una sin nido ni enemigo. Las cucarachas
huyeron a trancos intentando bajar de su nuevo puesto en la cúspide de la
pirámide alimenticia.
El Rey de los Judíos apareció
de entre la (todavía más) profunda oscuridad del viejo portal de una cadena de
televisión que ya solo existía en rótulos y que anunciaba a sus puertas
exclusivas de viudas de toreros y bebés-reality. Le habían peinado, quitado los
trozos de metralla y pólvora de la barba, pintado los ojos, los labios, los dientes
y una diana azul en la barriga afeitada. Hizo una cruz con los brazos y a su espalda
un triste foco le proyectó más allá de su sombra.
Fue a abrir la boca para hablar
y soltar la retahíla, y de entre los dientes morados pareció surgir el rugido inconfundible
de la aviación, pero no fue él. Una marea de crujidos y cuellos secos se
manifestó cuando los feligreses alzaron sus cabezas hacia el cielo negro, donde
una marabunta de bombarderos stealth chinos
batía las alas como cuervos.
Cruda parábola, y si mañana (como una extensión border del presente) la única profecía posible sea la de los bombarderos; entonces el hombre del cielo será pólvora y los profetas refugiados...
ResponderEliminarSublime pasaje (de los que no son pasajeros), en algunas oraciones me sentí como cuando era adolescente y vi una obra de León Ferrari,
Muchas gracias a cualquiera de los tres y a todos. Un fuerte abrazo.
Me parece interesante relato sobre algo que puede ser si seguimos al paso que vamos, todo un placer leerlos, desde Guatemala SL
ResponderEliminarSorprenda al auditorio con sus parábolas Hombre, y transite la historia de Rey de Reyes... Que queda tan poco tiempo imperial, gestando hijos idiotas, que el estruendo de metralla, suena a música celestial...
ResponderEliminarBeso
el rey de los judíos, pero no el mesías
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