lunes, 24 de octubre de 2011
Interiorizando heridas
La impenetrabilidad de tu mirada es ese muro de hormigón con el que me choco cada día. Los múltiples intentos por acceder a tus más exquisitos rincones, y los infinitos fracasos al tratar de hacerlo, me han convertido en un ser carente de sensibilidad. Por eso cada vez subo más alto, buscando el vértigo que añoro. El piso cincuenta y cuatro es un buen sitio para mirar hacia abajo; la acera carece de poros a esta distancia, pero ni la sensación de un abismo a mis pies logra alterar mi estúpido estado. Y llueve. Hace meses que las únicas gotas que atrapo en mi boca tienen sabor salado. Por desgracia, las medidas de seguridad del edificio evitan la apertura de ventanas, y tan solo puedo imaginar el sabor rancio de la contaminación en mi paladar. Trago saliva mientras golpeo con fuerza ese maldito cristal que me impide demostrar que aún siento algo. Amparado por la soledad y con alevosía estrello la silla de tu escritorio contra el ventanal, pero no cede, ni siquiera consigo hacer una muesca en el vidrio laminado. Agotado, depongo esta violenta actitud y cedo ante la cordura que trata de sostenerme en sus ajadas manos. Pero al darme la vuelta estás tú, con esa mirada impertérrita e inquisitiva, y puedo presentir tras tus zancadas la proximidad del brutal impacto. De forma súbita reacciono y veo el cristal quebrado frente a mí y tu cuerpo sobre el salpicadero atravesando con delicadeza la ensangrentada luna. Fuera sólo chatarra y un humo envenenado que cuando se disipa me permite ver tus ojos. Abiertos, están abiertos, y por primera y última vez puedo ver ese muro derribado que tanto busqué. Y vuelvo a sentir; de momento sólo dolor, pero como en toda cicatrización, el dolor es necesario.
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Me parece interesante la forma de romper el hielo entre ambos aunque con un alto costo, saludos amigos me gusto su relato
ResponderEliminarhay veces que es necesario romper cosas incluso es aconsejable que suceda para que al menos algo nos ocurra, saltemos por la ventana, transigir es de cobardes
ResponderEliminarQué maravilla ¿es tuyo no, Sucede? Últimamente nos tienes acostumbrados a un romanticismo trágico que me pone los pelos de punta, y eso me encanta.
ResponderEliminarAbrazos para los tres, aunque admito que tengo mi predilección.
Yo creo que no es de Sucede, yo creo que es de Humberto.
ResponderEliminarMe gusto mucho porque yo lo entiendo como una persona acotada por otra persona de personalidad brutal y poco accesible, esta tan axfisiada de la situación que solo ve solución tirarse por la ventana y hasta eso le falla, pero por una remota casualidad iba a ser golpeada pero el agresor se agrede él mismo precipitandose al cristal. En ese mismo momento remonta su vida (cicatrización.
Me gusta, me gusta mucho. Amelia.
Un beso para los tressssssssssss.
Es una historia de desamor, desequilibrio emocional y benditas casualidades.
ResponderEliminarDesde luego, sea de quien fuere es un texto inmaculado con algunos desvaríos, pero esa creo que es la pretensión del autor/es, llevarnos a pensar en las causas, los porqué y a estrujarnos la sesera. Desde luego les pienso enviar la factura del médico, si es que Hum no se ofrece altruistamente. :)
Jeje...Muy buenoooo!!!
ResponderEliminarBesos desde el aire
No sé de quién es pero es magnífico, a veces que las cosas no sucedan en la mejor, hay que romper muchas paredes para sentirlo, quizás.
ResponderEliminarY es muy cierto, el dolor forma parte de toda cicatrización.
Fuerte abrazo a los tres.
Me ha gustado esta forma de narrar la escena como si fuera una historia irreal, casi un sueño, contada por una persona enajenada
ResponderEliminarLa ira se destila muy lentamente, hay demasiado enojo y miedo detrás de ese muro de hormigón, lo siento.
ResponderEliminarSucede. Impresionante relato, eres un gran escritor. Cuídate y saludos.
Excelente. me encantó el estilo, las palabras, la forma de narrar...
ResponderEliminarSaludos.
Muy bueno... yo diría que de Sucede!
ResponderEliminarEn nombre de estos tres, os agradezco vuestros comentarios, nos alentan a seguir haciendo más y mejor.
ResponderEliminarUn abrazo!!!
Me quedo pensando si sera buena medida romper el hielo, a base de estrellar la silla en la ventana, o tengo que pensar otras cosas...
ResponderEliminarfeliz semana.
Un relato exacto, limpio y magnífico. Con una dureza casi inmaculada y disfrutable hasta el final...
ResponderEliminarUN placer visitarte.
Un abrazo, josef.
Hola moderato, pese a que lo podamos parecer, no somos uno, sino tres... No somos el misterio de la Trinididad ni nada parecido, así que asumiremos ese visitarTE como visitarOS, entonces nos sentiremos más humanos y menos divinos, lo que somos vamos, TRES de carne y hueso...
ResponderEliminarGracias a todos por dejar vuestra huella, al final muchas huellas hacen surco.
Abrazos!!
Realmente bueno. Es lo primero que leo de ustedes, así que amenazo con volver.
ResponderEliminarEl dolor siempre es necesario! Nos enseña muchas cosas
ResponderEliminarSaludos!
http://paradoenelabismo.blogspot.com
Fascinante.
ResponderEliminarEs increíble lo que la determinación puede conquistar.
Me lo guardo.
Ana
A veces cuando un muro se derriba, es un acto extremo que permite ver por primera vez y comprender, aunque sea tarde y sólo quede el dolor para empezar a cicatrizar la herida. Es una de las aristas de la vida y consecuentemente de la muerte humanas.
ResponderEliminarAbrazos a los tres y gracias por hacerme pasar uno de los ratos más agradables de mi noche, leyendo sus relatos. Beso a Humberto. Melan.
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